Cuando nuestras manos están en contacto con el líquido durante un tiempo prolongado tienden a arrugarse y, muy pocas personas conocen la razón por la que se produce este fenómeno.

La gente piensa que el agua entra a la piel, de manera que hace que los dedos se arruguen, sin embargo, esto no ha sido comprobado.

Lo que sucede es que al estar un buen tiempo en contacto con el agua, los glóbulos de la sangre situados debajo de la piel se encogen en respuesta a un impulso procedente del sistema nervioso autónomo. Por eso la yema de los dedos no se hinchan si no que se contraen.