China y Estados Unidos han llegado a un acuerdo para no imponerse nuevos aranceles a partir del 1 de enero.

El presidente del gigante asiático, Xi Jinping, y el de la potencia norteamericana, Donald Trump, se han comprometido a seguir las negociaciones para buscar una solución a la guerra comercial entre los dos mayores bloques económicos mundiales, según informaron los medios estatales chinos y la Casa Blanca. Pero el compromiso es estrictamente temporal por 90 días y no incluye ninguna medida de fundamento.

El pacto se alcanzó en una reunión de dos horas y media que los dos mandatarios celebraron en Buenos Aires tras la clausura de la cumbre del G20 y se ha convertido en la única noticia de calado de la última jornada de la cita porteña.

Hasta el anuncio, pintaban bastos en el flanco comercial de la cumbre: en el documento de conclusiones de la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de las 20 mayores economías del planeta, los líderes habían reconocido los «problemas del comercio» mundial y se habían abstenido, por voluntad de EE.UU., de condenar el proteccionismo, una de las señas de identidad de la Administración Trump. El texto reconocía, además, que el comercio multilateral había «fallado en sus objetivos» y destacaba la necesidad de reformar la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Washington fue un paso más allá en su carga contra China: informó de que la cita entre Trump y el presidente argentino, Mauricio Macri, se había concentrado en «la actividad económica depredadora china».

Había sido en un breve comunicado firmado por la portavoz de Trump, Sarah Sanders. Pero la palabra «depredadora» («predatory Chinese economic activity», fue el textual completo en inglés) cayó como una bomba en el país anfitrión, que esperaba que Buenos Aires fuese el lugar elegido para que ambos países firmasen la pipa de la paz o que, al menos, apartasen sus diferencias. Al final acabó siendo así gracias a la reunión bilateral de última hora.