Con el mayor respeto a los pueblos y su gente, hay que saber diferenciar la dimensión social y estructural que deben tener las grandes ciudades en relación a las pequeñas locaciones.
Ser alcalde de una ciudad de muchos habitantes y con gran importancia histórica acompañada de excelentes condiciones para el desarrollo, no es cosa fácil, esa condición va más allá del simple maquillaje para que un municipio tenga buena imagen fotográfica.
La cuestión va mucho más allá, aunque hay que reconocer en Guillermo Martínez, la capacidad para atacar varios frentes. Ha sabido ir de lo grande hacia lo pequeño, y en momentos que el hecho financiero nacional está bastante difícil.
El alcalde de Barcelona aplica los principios administrativos a plenitud, se ocupa de “de una papa y del saco” con el mismo esfuerzo y entusiasmo. Entregado de corazón de sol a sol y muchas veces hasta altas horas de la noche en la titánica tarea de hacer de Barcelona la ciudad que queremos, dándole el merecido reconocimiento a esa Gran Barcelona, olvidada por autoridades anteriores.
Guillermo no se quedó solamente en el tradicional asfaltado de calles y construcción de aceras, vio mucho más lejos, pensó en la potencialidad de Caicara, desde todos los ángulos, ya sus playas, toros coleados y demás eventos hacen furor en los días de vacaciones, todo el que va, viene impresionado de la cantidad de visitantes, y los residentes sin importar preferencias políticas reconocen el trabajo eficiente del alcalde.
La gente comenta como Caicara superó a Lechería, entendiendo que sin ánimos de competencia de la máxima autoridad de Barcelona, enfocando que la actividad turística debe tener varias opciones y por allí van los tiros, pero Guillermo no se quedó solamente en la diversión para la gente, el desarrollo urbanístico de Caicara le dará otra cara a la ciudad capital, aparte de los mayores ingresos.
Este estimado alcalde le da vida a lo abandonado, lo realizado con el Rio Neverí, anima al apreciar el trato que se le da a esta riqueza natural, observar a las personas embarcándose en los botes para los paseos, la misma construcción de los sitios comerciales para la venta de artesanías alrededor de su rivera, en el fondo le dan vida a la ciudad que no debe quedarse en su respetable tiempo sino que debe acoplarse a una nueva época de desarrollo social y económico que beneficie a todos los sectores. En este sentido no se puede tener mezquindad con la gestión de Guillermo Martínez.
Cuando usted ve un bulevar 5 de Julio alumbrado, con unidades de la Policía Municipal haciendo recorrido permanente en horas nocturnas, al igual que cámaras de vigilancia, se puede decir sin exagerar que con Guillermo llegó una luz de sinceridad, amor y progreso para Barcelona.
Armando Orocopey