Albert Einstein fue nominado en 62 ocasiones al premio Nobel y sin embargo, lo ganó una sola vez por sus explicaciones sobre el efecto fotoeléctrico en 1921. Su teoría más famosa, la de la relatividad, no consiguió convencer a gran parte de la comunidad científica. La dificultad de demostrar en su momento la Teoría de la Relatividad hizo que fuera cuestionada durante muchos años, incluso tras la muerte de su autor.
La detección de ondas gravitacionales consiguió darle la razón en parte y ahora, la captura de neutrinos superenergéticos en la Tierra, gracias al estudio realizado en el IceCube Neutrino Observatory, vuelve a corroborar el concepto teórico desarrollado por Einstein sobre la simetría del universo.
El resultado de la prueba del IceCube en la Antártida demuestra que efectivamente los neutrinos respetan las leyes de la física y nada los altera. Conocidos como la partícula fantasma por no tener casi masa, los neutrinos se desplazan por el espacio en línea recta sin necesidad de desviarse porque en su camino encuentren otro objeto, sino que lo atraviesan sin problemas.
El IceCube Neutrino Oservatory es un detector de neutrinos enterrado en el hielo antártico, compuesto por 5.610 sensores de luz conectados a cuerdas verticales que se congelan en más de 80 pozos situados en una distancia de un kilómetro cúbico de hielo.
Más de 200 billones de neutrinos atraviesan nuestro cuerpo a cada segundo. Según National Geographic, uno de los neutrinos extremadamente energéticos que llegaron al IceCube llevó a los científicos del experimento hasta su origen en un punto cercano a la constelación de Orión, donde varios telescopios habían detectado una llamarada cósmica, un objeto de gran tamaño llamado blazar que se había despertado y empezado a lanzar rayos gamma altamente energéticos.