La animadora Viviana Gibelli sorprendió a sus seguidores en la red social Instagram, al mostrar su sensual figura mientras disfruta de unas vacaciones familiares en República Dominicana.
La también actriz de 51 años de edad, colgó una fotografía acostada en el borde de una piscina acompañada del mensaje: «Vida… aquí estoy… sorpréndeme 2017».

Luego de pasar por un excelente año en su carrera, el 2016 le acreditó el título como la «mejor animadora de Venezuela y de Hispanoamérica», además de tener el título de «la animadora más querida de la televisión» desde hace más de una década.  Es de recodar que la talentosa venezolana regresará este 2017 a la pantalla chica con el programa de entrevistas «Viva Viviana», el cual será transmitido por un canal de suscripción.

Mensajes de amor
Hace unos días, la animadora venezolana compartió a través de un video colgado en su cuenta en Instagram un mensaje de Fin de Año. “No quería dejar pasar este momento sin desearles a todos ustedes que tengan un feliz año 2017 y que esta noche puedan abrazar y besar a su familia”, expresó.

Asimismo, a aquellas familias que están separadas le manifestó sus deseos de que Dios los vuelva a reunir muy pronto. Gibelli les pidió a los venezolanos desear un cambio en el país, «un cambio de conciencia».

Sigue en pie
Para esta criolla que sigue apostando por el talento venezolano y la realización de sus proyectos en el país, lo primordial hoy en día son sus hijos Aranza y Sebastián, con los que siempre viaja y comparte ratos agradables, y a los que ha educado para que piensen en un futuro maravilloso, sea en el país o no.

Es una de las pocas venezolanas que apuesta por el país, y sigue trabajando incansablemente por ver cambios en el mismo.  Hace unos meses recibió la propuesta de trabajar en una cadena de televisión del Estado, a lo que respondió con énfasis: «No tiene nada que ver con Winston, él toma sus decisiones y yo se las respeto, yo tomo las mías y me gusta que me las respeten y que no insistan”.  La animadora reveló  que ha tenido que pagar un precio por creer en sus convicciones, llegando a ser “vetada”.