Arropada por su éxito en los Globos de Oro, donde ganó siete estatuillas, y sus 14 nominaciones para los Oscar, «La ciudad de las estrellas (La La Land)» es la película de la que todo el mundo habla, en un electrizante debate entre los que caen rendidos a su magia, los que detestan su artificiosidad y, en medio, los que aprecian sus valores pero opinan que no es para tanto.

 
En España, como en Estados Unidos, ha arrasado en taquilla llenando los cines a la antigua usanza.

Sinopsis

En este sentido, la historia que desarrolla Mia (Emma Stone), una solitaria aspirante a actriz y Sebastian

(Ryan Gosling), un carismático aspirante a pianista de jazz, se enamoran en la ciudad de Los Ángeles, una ciudad que les ha dado el amor, pero que también puede arrebatárselo.
En una competición constante por buscar un hueco en el mundo del espectáculo, Mia y Sebastian descubren que el equilibrio entre el amor y el arte puede ser el mayor obstáculo de todos.
Los impecables números musicales en plano secuencia, capaces de ir cantando y danzando el ciclo de un romance, con brillante introducción, nudo centellante e incierto desenlace, tampoco pasan desapercibidos.
En paralelo a la trama romántica, parece desarrollarse otra película más cercana al melodrama, sobre cómo el mercado aplica su letal sentido común para domesticar anhelos y convertirlos en premios de consuelo, pero lauros al fin, firme en su misión de que nada se pierda y se aproveche, no reviste un particular encanto.
Todo junto es una bomba de vitalidad, donde cada escena se solidariza con el todo del cuento a relatarse, y como sucede en tantos buenos musicales, se relaja y trabaja desde el cliché, lejos de las muecas posmodernas del «Moulin Rouge», de Baz Luhrmann.
«Casablanca» es una referencia tan poderosa en la película que cobra el peso de un destino para la relación amorosa de Mia y Sebastian, en su derrotero por hacer de la actuación y el jazz, sus respectivos modos de transitar el mundo.
Quizás sea la forma de manejar el tiempo narrativo lo que subraya su encanto.

Romance
«La La Land» es excitante, ardiente, es una fábula moderna y un musical del siglo XXI.
Da ganas de seguir viéndola, ensayar unos pasitos de baile.
Es un homenaje a los clásicos de Hollywood, pero no se queda en el guiño, sino que reconstruye el género en tiempos en que la impaciencia reina.
Los jóvenes no se bancan ni videoclips largos, ni qué hablar de relaciones si los desmotivan.
Lo que diferencia a «La La Land» de otros musicales es sencillo: los personajes bailan porque lo necesitan. Es la manera de expresar su corazón. Lo que no pueden con palabras.