El chef Javier Sosa, decidió viajar desde Argentina hasta el Norte de Santander para brindar un plato de comida a los caminantes venezolanos.

Dijo en una entrevista, que el terrible hecho de haber quemado la ayuda humanitaria, lo “movilizó” y se dijo “algo tengo que hacer por mis hermanos”. Vendió su camioneta, compró el pasaje y llegó con un presupuesto reducido pero con ganas de ayudar a los venezolanos que a diario transitan caminando para llegar hacia un destino con más oportunidades que en su país.

Sosa se ubicó en un lugar llamado Fundar 1, a 10 minutos de la entrada a Bochalema, en la ruta de los caminantes hacia Pamplona; allí espera a los caminantes para brindarles su ayuda.

“No pensé que iba a ser tan duro esto”, dijo, pese a que siempre los recibe sonriente, enérgico y cariñoso regalándoles abrazos.

De cocinas industriales a un espacio reducido y precario 

El diminuto espacio de cocción en una casita de guadua, arrullada por el río y rodeada de largos árboles, es un punto de aliento para los caminantes venezolanos que llegan cansados y con hambre, sin saber a dónde van ni qué harán.

Dentro de esa casita hay una habitación que funge como refugio al que diariamente llegan unos 300 venezolanos, el lugar lo coordina Mairéz Quintana, una venezolana a quien todos llaman Mai.

Ayudar y ser ayudado

El chef Sosa actualmente se hospeda en la Iglesia Santa María Madre de Dios, a cargo del sacerdote José Chaustre, en Los Patios.

Como su visita fue un tanto abrupta, el sacerdote le dio albergue, lo motivó para viajar a Colombia; además lo convenció para que alargara su estadía.

“Eso vale mucho”, afirmó, y enfatizó en que esta experiencia no la olvidará jamás, porque la gente lo recibió “como a uno más. Agarro la cocina, y empiezo a jugar… Para mí es muy emocionante”.

Su trabajo humanitario y solidario empezó hace 20 años, cuando comenzó a trabajar para fundaciones y comedores, aunque su trabajo principal es la producción de eventos y espectáculos.

“La entrada (a los eventos) era un alimento no perecedero, para iglesias u hogares de niños”, relata.

“Estoy a favor de la humanidad y lo único que sé hacer es brindar un plato de comida”, dijo. “Me aferro a los chicos, a las mamás, a los caminantes”, e insistió en que esto no puede seguir pasando.

“Tiene que ser ley que la comida tiene que estar disponible para todo el mundo”, por las sonrisas y la gratitud de un pueblo que seguirá buscando ir “pa’lante”, ojalá con la barriga llena y el corazón… un poco más contento.