Hay partidos que por más que disimulen, no pueden esconder sus orígenes oligarcas y clasistas. Desde sus inicios se caracterizaron por tener directivos de piel blanca llenos de títulos universitarios, menospreciando a la gente morena y especialmente a los miembros de sectores populares.
Eso les llenaba el ego, dibujándose como una raza superior capaz de poseer las cualidades naturales para ejercer un liderazgo a ultranza, a punta de currículo sin importar acción de calle. Ante las sucesivas criticas optaron por colocarse un disfraz y no solamente para época de Carnaval, sino para todo el tiempo, ese fue la de buscar en algunos estado directivos de color.
Siendo así como aparece el negro Richard en el escenario de los amarillos, con esa condición más la de ser profesional universitario pudo colearse en ese gran muro de un partido que aparte de sectario tiene como único fuerte su habilidad para utilizar los medios de comunicación. Con Richard en Anzoátegui les salió el tiro por la culata, porque resultó ser un muy mal ejemplo de lo que debe ser un buen dirigente político. No se sabe hasta dónde ese maquiavelismo de los jefes del partido amarillo lo hicieron hasta a propósito, para demostrar de hecho que los negros no sirven para ser directivos políticos, aseveración que en la realidad se les cae con muchos ejemplos, pero en el caso de Richard esos mismos hechos demuestran que ha sido un total fracaso.
Fíjense que su única actuación recordada en el parlamento fue cuando atacó a unos diputados con una silla en las manos, uno se pregunta acaso no tenía fuerza en sus puños. O es que aparte de flojo es cobarde y se escondió tras una silla metálica ante la imposibilidad de no poder salir corriendo dentro del recinto, tal como lo hizo el día que realizaba una rueda de prensa en un terminal de pasajeros y los presentes lo amenazaron por la falta de seriedad en los planteamientos.
Y no cambia, en los recientes sucesos las graficas no lo dejan ver en primera línea, marcha atrás en la retaguardia, será que a estas alturas, se engaña cuidándose el físico al creerse candidato seguro a la alcaldía de Barcelona por la oposición. Ya no se sabe si el disfraz de popular que pretendió alcanzar el partido amarillo con Richard, perdió vigencia, o si en realidad es el propio protagonista quien se disfrazó de político, ya que sus derrotas acompañadas de malas estrategias lo descalifican como tal.
En el intento de ser alcalde no llegó ni siquiera a la precandidatura, Carlos Andrés un candidato perdedor profesional, lo hizo pedacitos. Ahora arrancó aspirando la gobernación para luego pactar con el que una vez fue líder de Cantaura, bajo la condición que le garantizara el apoyo adeco para la alcaldía, situación que le costó la destitución como coordinador regional del partido amarillo. Con dirigentes del nivel del negro Richard, la oposición más que reestructurar la MUD, debe revisar a profundidad el papel de todos sus integrantes.
Pedro Delilla