Suena el despertador, tres de la mañana.  A esta hora se levanta el señor Alberto Fuentes, quien con 64 años de edad, debe ir hasta la sede de venta de gas doméstico más cercana, pero solo, porque desde hace muchos años sus hijos se fueron y están atendiendo sus propios asuntos.

Montarse en un autobús con una bombona, muy pesada por cierto, no le fue tarea fácil al señor, quien luego de un tiempo esperando que algún chofer le permitiera subir a alguna unidad, logró su cometido y emprendió la aventura.
Así lo aseguró el sexagenario, quien al llegar al sitio tuvo que formar parte de la larga fila de personas, quienes se habrían despertado mucho más temprano que él, con la necesidad a cuestas.

Asediados por el temor que trae consigo la noche, hablan, fuman y toma café como si los peligros decidieran pasar de largo y ellos lo supieran.  Alberto se resigna, el tiempo pasará rápido para quien tiene paciencia, se convence.
Ya su reloj de pulsera le tranquiliza, marca las ocho de la mañana, la dispensadora debe estar por abrir.

La cola de almas se unen en un solo pensamiento, «llenan la bombona de gas de 16 kilos en 800 bolívares», lo que representa un verdadero triunfo tomando en cuenta que de manera ilícita debieran pagar hasta Bs. 2 mil 500.
El ciempiés humano comienza a moverse cuando ya son las ocho de la mañana y Alberto agradece el paso de los minutos y se dispone a levantar su bombona.

Y así es como se han visto gran cantidad de personas con bombonas en motos, transporte público, bicicletas y camionetas, incluso hasta prestadas, puesto que nadie quiere quedarse sin disfrutar de estos bajos precios, por lo que madrugan, duermen en las empresas vendedoras del producto y hasta venden los puestos en las filas.
A esto se le suma el tráfico vehicular, congestionado también.

Incertidumbre
Vendedores no saben hasta cuándo se estará presentando esta situación, ya que desconocen si habrá algún aumento cercano de los costos y si la población continuará haciendo guardias hasta nocturnas para obtener el preciado gas.

Génesis Ramos