En el devenir de la vida hay personas que se entregan a plenitud al ejercicio de una profesión y lo hacen muy bien, son excelentes profesionales y su trabajo es un ejemplo para muchas personas, hay otras que de la misma manera tienen plena dedicación a lo que hacen y dejan huella en los resultados de su quehacer marcando su vida como un verdadero apostolado y dejando un resultado inigualable en la vida de las otras personas. Es, sin duda alguna, un verdadero ejemplo para la humanidad.
Uno de estos casos es el de la maestra de escuela Gladis Josefina Maraima Sabino, una mujer curtida de piel, llena de sabiduría y con una vocación de servicio digna de la mejor admiración.
Nacida en Barcelona, estado Anzoátegui, desde muy jovencita sintió vocación por la enseñanza, después de sus estudios primarios se inscribió el año 1981 en el Liceo Rómulo Gallegos de Puerto la Cruz de donde egresó como bachiller docente, un equivalente al título de maestra normalista que otorgaban antes a los maestros de instrucción primaria.
A los pocos meses, ingresó a la plantilla de maestras de la Escuela Enrique Stolk, donde laboró por 15 años, luego trabajó 4 años en el Colegio Luces y Virtudes en la urbanización Oropeza Castillo y en el año 1999 ganó un concurso para ingresar a la educación pública y fue designada por la gobernación como maestra de aula en la escuela estadal La Casimba, ubicada en el sector Chorrerón del municipio  Guanta.
Desde entonces, Gladis Maraima ha trabajo simultáneamente los turnos de mañana y tarde como maestra de aula, en la mañana labora en un colegio privado y en la tarde en la institución del estado.

Perseverancia
La profesora Maraima, simultáneamente a su labor como docente, cursó estudios superiores en la Universidad Simón Rodríguez, hoy Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, donde egresó como Licenciada en Educación Integral.
En ese lapso han transcurrido 31 años, en los cuales Gladis Maraima no ha dejado un solo día de dar clases, lo que la ha convertido en una docente que ha hecho de su ejercicio profesional un verdadero apostolado, llevando entre sus emociones el haber sido maestra de hijos y nietos de personeros de la región.
Ella ha narrado que cuando está frente a sus alumnos vive una sensación muy especial, sobre todo porque sabe que la función de enseñar le deja la satisfacción de saber que está contribuyendo al crecimiento intelectual y formación individual de los que mañana serán los ciudadanos que tendrán la responsabilidad de llevar adelante el país y la familia como núcleo de la sociedad.
«Cuando enseño a estos muchachos y veo lo que aprenden me siento con el compromiso de dejar en ellos una huella que les sirva para enfrentarse a la vida, para tener conciencia del camino de honestidad, rectitud y decencia con que deben conducirse en la vida, independientemente de todos los conocimientos y aprendizajes pedagógicos, también hay que llevarlos por el camino de los mas elementales valores humanos. Esto sin duda me deja la satisfacción espiritual que no tiene precio en la vida», señaló la incansable mujer.