La convocatoria oficial al proceso de renovación de partidos políticos ha permitido aflorar el chantaje histórico de algunos, el frío del miedo que corre por los bolsillos de otros y la corredera de los militantes de unos cuantos otros. Hace 11 años recuerdo que este servidor, sin tener claro una postura, le tocó validar por la renovación de una vario pinta gama de colores. A veces creo que el proceso de renovación de partidos políticos es una formalidad (ley) que adquiere particularidades informales (flexible) para salvar formalismos (supuestos partidos) informales (juego a la democracia), y me disculpan el trabalenguas.

Con el inicio del ciclo que comenzó en 1958, Venezuela fue comportándose electoralmente de una manera tal que la democracia fue sustituida por los partidos políticos. En los años 80 el 90% de los electores llego a estar representado en 2 partidos políticos. El históricamente referido colega Juan Carlos Rey fue uno de los que introdujo el inicio del nuevo sistema de partidos como el resultado de un pacto de conciliación de élites que derivó en una partidocracia. No es exageración histórica la alusión a que era preponderantemente a través de los partidos políticos el encauce de la participación ciudadana en el País. La Constitución de 1961 lo refería claramente. Eran casi que los canales insustituibles. Si por encima de ellos se quería manifestar nuestra participación, era evidente que esas opciones alternas eran coaptadas por aquellas anquilosadas estructuras que bajo el chantaje histórico de la democracia se adueñaron de la sociedad.

Los auspiciaste de la Constitución de 1999 dieron un traste a aquel instrumento, para darse cuenta más temprano que tarde, que sin un cuerpo político era insostenible democráticamente la permanencia en el poder. Surgió el PSUV y con él y en un sistema donde los partidos políticos fueron disminuidos por razones estructurales y propias de sus líderes, nuestro sistema de partidos tomo varios rasgos de partido único. Nuestra sociedad es una de todo o nada y donde sus líderes saben leer correctamente ese comportamiento. Pasó en el sistema de partidos que derivó de 1958 y pasó con el ciclo de 1998. En ambos casos el sistema de partidos fue hegemónico, aunque gentilmente al primero se le llame Bipartidista. Digamos que los vencedores, llámense como se llamen, en ambos casos lograron controlar durante al menos 3 elecciones el 70% de los votos.

Pero la realidad es otra. Si el día de mañana Venezuela entra en un escenario real de competitividad política y las alianzas son más producto de visiones comunes de país y no de uniones para contrarios, el sistema de partidos sería multipartidista. No existiría algún partido hegemónico. No se si es bueno o malo, no lo hemos vivido nunca en nuestra reciente historia de sistema de partidos políticos. Lo que si estoy seguro es que esto exige más política, más dialogo, más ideas, mayor competencia, algo que a nuestro sistema de partidos le hace falta en demasía.

Nelson Villavicencio