El anuncio de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente dejo a la Oposición sorprendida y al país aún más con la diligencia del ente electoral. El rumor a gritos era el casi hecho de unas elecciones regionales a finales de año pero se esperaba la renovación de algunos partidos políticos para su convocatoria, al final se consumó esto, pero luego del llamado Constituyente.

Nos encantaría que la convocatoria a tan delicado proceso fuese más el resultado de una convicción cultural, histórica, social, antropológica y política, que una estratagema impecable, válida, y entendiblemente necesaria para ganar tiempo en el ejercicio del poder. La Constitución de 1999 representó un salto cualitativo de una Constitución que hiperconcentraba la participación y que fue la expresión del resultado de un acuerdo histórico. Pero la actual, no dejo tampoco de ser el resultado de un momento donde nos asistía una especie de velo histórico. Al país lo hicimos hiperpresidencialista, destruimos el basamento legal de los partidos políticos -entendemos que de gratis no fue, pero hay males necesarios – y animados por el clima de entonces dimos pie a que el ejercicio del poder desde el ejecutivo fuese mucho más flexible.

¿Qué quiero decir con ello? Que nos encantaría que una nueva Constitución velara más porque la estructura de poder sea más competitiva y democrática y que no tienda a la hiperconcentración del poder en de los partidos político como la del 61 ni en el ejecutivo como la actual. ¿Cómo podemos lograrlo? Con tres cambios.

El primero, que una nueva Constitución fortalezca el rol del poder legislativo estimando su bicameralidad. Segundo, que una nueva Constitución transforme el sistema electoral, y dado nuestro presidencialismo, que se introduzca la segunda vuelta electoral en los comicios presidenciales. Tercero, que entendiendo que son males necesarios, que se reconozca a los partidos políticos y se estime su financiación pública con los muchos mecanismos de control que existen.

Pero esto no es parte de la agenda Constituyente de sus impulsores, de hecho, estoy seguro que para los revolucionarios seria percibido como una vuelta al pasado, y para la oposición, lo descartaría, no porque no lo crea así, sino porque la constituyente no está en discusión. Nos encantaría una Constituyente para eso y más, pero.

Nelson Villavicencio