Aunque la carrera de Marine Le Pen lleva tiempo en la política francesa, mucho más que la de Donald Trump, aquella parece haberse convertido en su discípula del lado mediterráneo. Abro con Le Pen este artículo porque hace no mucho en una de sus intervenciones de campaña expresó algo que debe ser especialmente considerado para quienes prestamos atención a los discursos políticos. A fin de cuentas, aún infravalorada por créditos propios, es la palabra en la política la vara con la que se juzga, compara y evalúa a los políticos. La de la nueva candidata a dirigir la convulsionada Francia a expresado que los tiempos actuales ya no dan para referirse a derechas ni izquierdas, sino es el momento de los globalistas versus los patriotas. Sabemos de que lado se ubica la señora Le Pen cuando en su programa aspira que los trabajadores extranjeros tengan que pagar un impuesto especial. O cuando aspira eliminar el derecho de agrupación familiar a los inmigrantes. O cuando aspira un Frexit a lo Reino Unido. La referencia a Le Pen es clave. Ella marca la pauta en el discurso consecuente de lo que hemos llamado contracción global. Es el inicio de un discurso que apenas comienza y que tendrá sorprendentes consecuencias políticas en ciertas naciones. Este discurso probablemente por ejemplo terminará de llevar a López Obrador en México a la primera magistratura, moverá las revoluciones del sur al norte. Es un discurso que como a mediados del siglo pasado, ahondara en revivir nacionalismos frustrados, en apelar a sentimientos patrios, es el renacimiento de un nuevo positivismo, de la pre destinación histórica, de la supervivencia en contra de amenazas imaginarias.El discurso de fronteras llena de historia y política aquel discurso que es producto ya no de la contracción global, sino de las nuevas tecnologías. Resulta ser una especie de primo hermano del que auspicia Le Pen. Ese que ha permeado con la idea de hacer más eficiente a las democracias y los gobiernos, pero que termina viendo al individuo como un código y no como un ser humano. Es el discurso que nos plantea la idea de que no podemos hablar de democracias o dictaduras, sino de gobiernos abiertos o gobiernos cerrados. Son momentos donde los tiempos le ganan aparentemente a las ideas políticas. Los nuevos discursos nos plantean como ajenos o como enigmas. Pero desde Cartagena hasta Europa se cuestiona para qué sirve la filosofía el día de hoy.

Nelsón Villavicencio