“Hay que ser codicioso cuando los demás son miedosos, y miedoso cuando los demás tienen los ojos inyectados de codicia” Warren Bufet.

El precio de una acción es la cantidad de dinero que pagamos por comprarla y el valor de una acción es lo que se obtiene al momento en que se concreta la compra.

Partiendo de la teoría de la relatividad expuesta por el gran (y muy admirado por mi) físico alemán Albert Einstein, quien dijo: “Todo lo que existe en el universo es relativo”. Entonces podemos argumentar que los valores de las acciones, los bonos, los bines raíces y cualquier vehículo de inversión son también relativos. Esto es así debido a que su valor depende, en gran medida, de un sinnúmero de factores y variables, incluyendo con gran ponderación la apreciación personal de juicio de valor que le otorgan los participantes  del mercado al momento de realizar la transacción.

Como inversores, debemos establecer criterios claros de inversión que nos ayuden a disminuir el grado de incertidumbre con respecto al futuro. Debemos gestionar los riesgos de los sucesos futuros que puedan afectar nuestras inversiones. El riesgo en la actividad de inversión no se puede eliminar. Lo que hace un inversor inteligente es gestionarlo. Entendiendo que el valor de una acción o cualquier vehículo de inversión puede ser relativo, y dicha relatividad introduce un grado de incertidumbre muy grande, debemos de alguna forma solucionar ese problema. La respuesta a tanta incertidumbre se obtiene determinando el Valor Intrínseco de una acción.

El valor intrínseco de una acción no es más que la suma de todos los activos de una compañía menos sus pasivos. Con esta operación obtenemos el valor neto de la compañía. Luego dividimos este valor entre el número de acciones emitidas en el Mercado de Valores (por dicha compañía). El resultado será el valor contable o real de la compañía. Expuesto de una manera más sencilla, el valor intrínseco de una acción es el que tienen los activos tangibles de una compañía como sus edificios, las maquinarias, las patentes, los locales comerciales, tierras, etc.

La teoría del Valor Intrínseco se basa en que el mercado de valores es maniaco depresivo, es decir, que los agentes (los inversores individuales, los inversores institucionales, los fondos mutuos) no siempre toman sus decisiones de inversiones de manera racional. Por lo tanto, algunas veces los mercados tienden a subvalorar las acciones de algunas compañías en comparación con su valor intrínseco, principalmente cuando estas atraviesan por diversos problemas internos o externos. O simplemente cuando estas empresas no son populares en el universo de inversión de Wall Strett en un momento determinado.

Otras veces, algunas compañías llegan a cotizar a precios  excesivamente sobrevaluados en comparación con su valor intrínseco, ya que los sentimientos del mercado sobre el futuro económico de estas compañías son muy optimistas.

El objetivo de un inversor es comprar acciones de compañía que coticen en la Bolsa de Valores a un precio de mercado por debajo del valor intrínseco de sus acciones.